En una cazuela ancha con una cucharada de aceite de oliva doramos los ajos pelados junto con las almendras con cuidado de que no se nos quemen. Retiramos y reservamos en un mortero.
En la misma cazuela, doramos el pollo cortado en trozos (le podemos pedir a nuestros amables carniceros que nos lo corten), salpimentado con tres cucharadas de aceite de oliva a fuego medio.
Cortamos la cebolla en juliana fina y la añadimos a la cazuela para pocharla a fuego suave.
Añadimos un vaso de vino blanco y una hoja de laurel y dejamos que evapore un poco el alcohol.
Mientras tanto majamos los ajos con las almendras y unas hebras de azafrán. (Podemos añadir una pizca de canela en polvo, le dará un toque muy especial).
Añadimos la majada a la cazuela y cubrimos con el caldo.
Dejamos cocer unos 30-35 min. Mientras, en un cazo pequeño cocemos el huevo en agua durante 10 min.
Cuando falten 5 minutos para el final del guiso, probamos de sal y pimienta y añadimos si fuese necesario. Pelamos el huevo ya cocido y rallamos la yema dentro del guiso, reservando la clara para el emplatado final.
A la hora de servir el plato colocamos las tajadas de pollo en el plato, añadimos bastante salsa y rallamos un poco de la clara.
¡A mojar pan!